domingo, 28 de julio de 2013

El Maletero

Mi vida no ha sido ejemplar, lo sé. Tampoco es que me preocupe excesivamente, ya que cada uno tenemos lo que nos buscamos. Por eso ahora estoy en este lío, y metido del todo, metido en este apestoso maletero que huele a muerto. Amordazado y con el peor dolor de cabeza del mundo, seré el siguiente fiambre que deje su esencia aquí.

Conozco gente satisfecha de ser un malnacido, tanto que llegan a alegrarse. Pobres desgraciados con necesidad afectiva, como estos dos matones que oigo en la parte delantera. Unos auténticos profesionales que, mientras conducen, hablan tranquilamente de... ¿de ascensores? Esta sí que es buena; no tienen miedo a las balas y sí a los ascensores. Eso es, desgraciados, cuando bajéis en un ascensor éste descenderá y descenderá hasta dejaros en el mismísimo infierno. Matones y asesinos, pero eso sí, muy creyentes, tanto como para estar seguros que iran, como decía mi abuela, derechos a “Las calderas de Pedro Botero”. Pues mira, abuela, al final voy a ser yo el que va a ir antes de tiempo por mi mala cabeza; que es lo que tenía que haber usado en vez de lo que esconden mis pantalones.

Me lo dijeron: “las faldas te perderán”, me lo advirtieron: “esa tía no te conviene”, y me lo avisaron: “no jueges con la chica del jefe”, pero yo, que me creo más listo que nadie, solamente me hice caso a mí mismo. Me propuse conseguir a la rubia de grandes tacones y mayor escote aún. Me convencí que no importaba con quién estaba, solamente ella debía decidir a quién dedicar sus favores, y así lo hizo... vaya si decidió.

Ahora ella y sus dos matones me llevan en este viaje sin retorno. Estará sentada cómodamente en el asiento trasero, a un par de palmos de este angosto maletero.

Empiezo a agobiarme cuando me llega su perfume, como una esencia cuidadosamente elegida para atrapar a sus víctimas. Una planta carnivora que en esta ocasión ha atrapado a un molesto moscardón. Estuve revoloteando a su alrededor, hasta que decidió que estorbaba en su plan mayor. Un politicucho que deseaba esnifar directamente el perfume de su piel.

Hemos cambiado la carretera por un camino lleno de polvo, que se cuela por las rendijas hasta envolverlo todo. Es irónico que esta polvareda vaya a asfixiarme antes que lo hagan estos dos miedosos de los ascensores.

El frenazo me dice que hemos llegado. Mientras el maletero se vuelve a llenar de polvo, compruebo aterrorizado que un compañero de viaje se me echa encima con su inerte cuerpo. Por suerte la brusca parada ha enviado a mis manos lo que sin duda es una escopeta. Sería un milagro que me llegase a desatar, pero aunque esto ocurriera nadie es tan tonto como para dejar una escopeta cargada. ¿Nadie verdad? aunque le tengan miedo a los ascensores.

Uno de los matones abre el maletero y me aparta de malos modos. Coge el arma y yo empiezo a rezar lo que nunca aprendí. El disparo suena terrible pero, a pesar de mis convulsiones de miedo, no noto dolor alguno. Han rematado a mi acompañante y ahora me toca a mí. Me sacan violentamente, me desatan y para mi sorpresa ponen el arma en mis manos. El Sol me deslumbra y no veo nada. Solamente escucho el coche que se marcha entre otra nube de polvo, mientras unas sirenas me avisan de la llegada de la policía.

Cuando el polvo se disipa y mis ojos se acostumbran al exceso de luz veo al político con los sesos esparcidos por el suelo y a un poli encañonándome. Ahí estoy con el arma y una historia que no hay quién se la crea. Sería más lógico decir que lo maté por celos.

Gregorio Sánchez. Junio de 2.013.

Aquí el relato interpretado por Joan Fabrellas.


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El maletero by Gregorio Sánchez Ceresola is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
Creado a partir de la obra en http://relatosgregorio.blogspot.com.es/2013/07/el-maletero.html.

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