lunes, 10 de enero de 2011

La ambición del crononauta

I - Momento presente.
“Lamentamos denegar la financiación para su proyecto. Consideramos que el resultado de un desarrollo a tan largo plazo son fantasías alejadas de la ciencia.”
Jorge, cerró de un manotazo el portátil.
-Ni siquiera se han dignado a llamarme por teléfono. Un simple y frío correo electrónico. Qué miserables –se dijo en voz alta-. Tiempo, tiempo eso es precisamente lo que les pensaba dar, todo el tiempo del mundo. Si hubieran aceptado mi proyecto, el tiempo dejaría de ser un problema para convertirse en un aliado.
Vivía obsesionado con el tiempo, con viajar en el tiempo. Estaba constantemente pensando en aprender los avances del futuro para poder usarlos en el presente y convertirse en una eminencia mundialmente reconocida. Ya se veía recibiendo el Premio Nobel por desarrollar la vacuna universal, por descubrir el primer planeta habitable y por unir la teoría de la relatividad con la mecánica cuántica.

Llegó a casa donde continuó insultando y, en la cumbre de su histeria, empezó a destrozar todas las revistas científicas. Se sentía hervir por dentro, apretaba los dientes tanto que las mandíbulas le dolíeron del esfuerzo. Los papeles volaron por el salón hasta que la casualidad hizo que se fijara en un trozo concreto. “El Proyecto Peonza busca científicos”, rezaba el titular. Lo recogió y leyéndolo detenidamente comprobó que buscaban físicos, biólogos, ingenieros y matemáticos entre otros. Cuando se enteró que el presupuesto ya estaba aprobado, decidió unirse al equipo multidisciplinar. Eso era lo que él necesitaba, presupuesto; y lo iba a conseguir.
Su primera idea era criogenizarse y “dormir” hasta que los avances científicos le permitieran regresar al pasado como el mayor investigador de todos los tiempos. Y nunca mejor dicho, de todos los tiempos.
El “Proyecto Peonza” avanzaba a buen ritmo. Una cápsula espacial giraría alrededor de la tierra a gran velocidad hasta que poco a poco cayera atraída por la gravedad. Jorge cambió su idea inicial. Le gustaba el proyecto, pero necesitaría algunos ajustes y retoques para adecuarlo a su propio beneficio. La nave giraría a gran velocidad pero, con un pasajero... él mismo. En un proyecto paralelo y secreto se investigaría la supervivencia al deterioro que provocaba la falta de gravedad prolongada.
Pero ¿cómo hacerlo? No había alternativa, tenía que convertirse en el principal responsable del proyecto.

El teléfono sonó demasiado pronto, ni siquiera había salido el sol y ya lo estaban incordiando. Con la voz pastosa, Jorge contestó:
-¿Shiii?. Ejém. Sí, sí, estoy bien ¿Qué? ¿El Director ha tenido un accidente? Pero si estuve anoche con él. Me comunicó que nos habían aprobado la subida de presupuesto e insistió en ir a celebrarlo. Luego lo dejé en su casa, borracho como una cuba...
La mente de Jorge recordaba entre brumas lo ocurrido la noche anterior. La verdad únicamente la sabía él y la verdad era que le costó convencerlo para ir a celebrar el éxito. Solamente una copa, eso era lo acordado, pero el Director tenía mal beber y Jorge lo sabía. Detrás de una vino otra, y con un par más fue suficiente para que el hombre perdiera la consciencia. Luego, ya en casa del ebrio, lo condujo al baño para evacuar el estomago y con un fuerte empujón estampó la cabeza de su jefe contra la taza del váter. Ya lo decía él, la bebida sería su perdición.

Convencer a los inversores que él era el mejor sustituto para el cargo no fue tan complicado como imaginó; simplemente tuvo que demostrar estar al tanto de todo el proyecto.
La investigación continuó y creó un segundo grupo que aprovechó el aumento de presupuesto para avanzar a buen ritmo, siempre en secreto.
Como un jefe negrero espoleaba a los equipos, redujo las horas de descanso y aumentó las de estancia en el laboratorio. Castigaba los fallos con severidad, sin darse cuenta que eran provocados por el propio cansancio. Tal presión tenía un motivo, más allá de la ambición. Había una investigación también paralela y que le incumbía personalmente; era la investigación judicial de la muerte del anterior Director. La prensa lo acosaba y los inversores dudaban de su capacidad.
El día del lanzamiento llegó antes que el requerimiento judicial. Se introdujo en la cápsula y lo conectaron literalmente a ella. La energía nuclear alimentaría los sistemas vitales durante años y eso le permitiría la supervivencia mientras el tiempo transcurría y la nave aceleraba cada vez más. Ya no le importaba lo que dijeran de él, pasaría a la posteridad, para luego regresar y demostrar que la ciencia tiene un precio que hay que pagar.
El cohete ascendía a velocidad de vértigo y un teléfono sonaba. El equipo miraba con preocupación cómo los cálculos no cuadraban y el cohete se salía de su órbita alejándose de la tierra cada vez más, hasta perderse. La comunicación se cortó y el silencio se adueñó de la sala. Por fin oyeron el teléfono sonar.
-Cancelen el lanzamiento por orden judicial. Jorge Bermúdez ha sido acusado del asesinato del anterior director del proyecto.
-Llegan tarde, acaba de perderse en el espacio en un viaje sin retorno.

II - Momento futuro.
“NEO” “NEO”.
La señal parpadeaba en el monitor.
-Señor, un NEO (objeto cercano a la tierra) no catalogado está entrando en la atmósfera.
-¿Tamaño?
-Pequeño, pero está aguantando la fricción ¿Lo destruimos?
-Será un antiguo dispositivo espacial que ha ido perdiendo altura hasta volver a reentrar. Puede tener información útil. Preparad un equipo de recuperación.
La cápsula estabilizó su caída planeando suavemente hasta amenizar en pleno mar. El fuselaje extremadamente caliente elevó grandes columnas de vapor delatando su posición a los que esperaban su llegada.

Jorge abrió los ojos y miró desconcertado a su alrededor. Poco recordaba: quién era, retazos de su infancia, la muerte de su madre y su padre trabajando sin tiempo para él. Tiempo. El tiempo le parecía muy importante pero no recordaba por qué. Se incorporó y los cables conectados a su cuerpo tiraron de la multitud de aparatos que había a su alrededor. Tiempo, cables, aparatos... los recuerdos regresaron en una alocada estampida provocando un espantoso dolor de cabeza. La denegación de su proyecto, su incorporación al “Proyecto Peonza”, su designación como director, presión, prisas, su conexión al sistema vital de la cápsula, el lanzamiento y luego... nada. Entre todo ese maremágnum de pensamientos y sentimientos algo se le escapaba, y era algo importante. Una mancha oscura que luchaba por abrirse paso. Cayó inconsciente.
-Jorge, Jorge. Despierte.
Volvió a abrir los ojos, pero esta vez vio a un grupo de personas que lo miraban atentamente.
-Tranquilo, intente no alterarse. Todo va bien. Todo ha salido bien –le decía una voz femenina.
-¿Qué fecha es hoy? –preguntó Jorge.
-Eso no importa ahora. Ha estado muchos años vagando por el espacio. Los sistemas vitales de su cápsula, aunque antiguos, lo han mantenido milagrosamente con vida. Ahora ya se encuentra a salvo. Las preguntas después.
-Solamente una cosa. Por favor contésteme, ¿han inventado ya la máquina del tiempo?
La mujer sonrió condescendiente y tras dar algunas órdenes, Jorge cayó en una dulce somnolencia.
- Lo conseguí. Lo conseguí. Soy un crononauta –acertó a susurrar mientras se dormía con una sonrisa en la boca.
-El pobre delira. Continuad con el tratamiento y mantenedlo dormido hasta que se recupere.

Jorge desconocía cuánto tiempo había estado inconsciente y por supuesto cuánto tiempo en tratamiento para aquello que le hubieran hecho. Achacó su dificultad de movimiento al periodo de inactividad en la cápsula, pero luego supo que habían tenido que reconstruirle huesos, músculos y hasta algún órgano. No exageraban cuando hablaban de supervivencia milagrosa. Él se congratulaba, pues los esfuerzos del “Proyecto Peonza” habían dado resultados positivos.
-Todo el esfuerzo ha merecido la pena, -pensó- todo el trabajo e incluso... la muerte del anterior director.
El semblante le cambió al recordar tan terrible suceso. Esa era la mancha oscura que intentaba salir.
-Tengo que mantener la calma, estos hombres del futuro me han salvado. Si me hubieran considerado un asesino no estaría en un hospital, estaría en la cárcel.
La mujer entró acompañada de un hombre que, todo indicaba, era alguien importante. Se presentó como el “Supervisor de Proyectos Especiales”, y a una señal afirmativa de la mujer, se sentó al lado de Jorge.
-Señor Bermúdez. Hemos revisado los archivos del “Proyecto Peonza” y lo sabemos todo.
-¿Todo? –pensó Jorge con preocupación- ¿también lo del asesinato?
-Lo que no entendemos es ¿por qué, una vez usted fue elegido nuevo director, mantuvo en secreto un segundo grupo de investigación que se apartaba del proyecto original?
-Mi idea era usar el “Proyecto Peonza” para viajar en el tiempo. Al futuro.
-Eso no tiene sentido ¿Con qué propósito?
-El conocimiento, lo hice todo por la ciencia –dijo en voz baja y con el rostro avergonzado.
-De acuerdo. Es todo por ahora.
-Una pregunta... ¿me mandarán a mi época?
-No podemos hacer eso. El tiempo es algo demasiado complejo, demasiado abstracto. Es imposible.
La respuesta sumió a Jorge en una profunda tristeza. Todos los esfuerzos para nada. De nada servía aprender todo el conocimiento del futuro si no podía regresar a su tiempo. Se sentía atrapado en una época que no era la suya, un bicho raro al que constantemente le preguntaban cómo se sentía después de años de hibernación.
Recordó que el día del lanzamiento no le importaba lo que dijeran de él, pero ahora si le preocupaba. De momento no sabían lo ocurrido con el anterior director, pero lo averiguarían, lo encerrarían y se perdería lo conseguido hasta ahora. Tenía que huir. Una idea cruzó por su mente. Huir, claro, huir hacia adelante. En esta época todavía no se había inventado la máquina del tiempo y de nada servía quedarse aquí.
Se puso en contacto con la doctora que tan amablemente lo había atendido en su “despertar”.
-¿Crees que hay posibilidades de reemprender el viaje? Seguir viajando al futuro de la misma forma que llegué, hasta que se invente la “máquina del tiempo” y pueda regresar a mi época.
-Estás loco. Eso no es viajar en el tiempo; eso es... peligroso. No creo que te vuelvan a poner en órbita. Con tu pasado no convencerás a nadie.
El pasado lo perseguía como un sabueso implacable. Tarde o temprano averiguarían su crimen ¿Qué hacían con los asesinos en este futuro? Quizás reprogramaban su cerebro para eliminar las intenciones malvadas. Le asustó la posibilidad de convertirse en un ser lobotomizado, sin recuerdos, sin ambiciones, sin vida.
-Lo tengo. Congélame. Podéis mantener un cuerpo criogenizado durante siglos. Antes no, pero ahora se puede hacer.
-Podemos preservar tu cuerpo, pero tu mente con tus recuerdos e ideas habría que almacenarlas aparte. Para que lo entiendas, como una copia de seguridad de las de antes.
-Adelante pues.
-No tan rápido. Nada garantiza que en el futuro que tú quieres puedan volver a “recomponerte”. Imagínate que para entonces se ha superado la tecnología perdiéndose el conocimiento antiguo. Por ejemplo, hasta hace poco todavía ignorábamos cómo se construyeron las pirámides. Todo puede pasar. Un accidente o que simplemente caiga en el olvido.
-No conseguirás asustarme. Estoy decidido.

-¿Crees que es lo mejor? –preguntó el Supervisor de Proyectos Especiales.
-Sí. Tarde o temprano será público el asesinato de su superior. El crimen habrá prescrito, pero la prensa lo vapuleará como un apestado –contestó la mujer.
-Puede que sea lo mejor. El progreso no merece verse empañado con turbias historias de ambición y muerte.
-Adelante pues; lo criogenizaremos y caerá en el olvido. No se puede saber con certeza qué pasará si llega al futuro que él espera.

III - Momento eternidad.
-“Detectada forma de vida humana” -avisó una voz metálica.
Le gustaba esa voz metálica e impersonal para la comunicación con las máquinas. Le hacía sentir más humano. Hacía siglos que ya no se usaba ese modelo de voz, era algo arcaico, pero él era un romántico.
-Creía que no quedaba nadie por aquí. Vamos a dar un vistazo.
Dejó de catalogar los restos de civilización que todavía quedaban en el viejo planeta y se dirigió al lugar.
Tormentas, inundaciones y desastres de todo tipo se habían encargado de eliminar todo rastro de construcciones, mientras que la vegetación cubría y ocultaba lo que aun quedaba en pie. Una vez abandonado por el hombre, la naturaleza reclamaba lo que era suyo e imponía su ley.
-Alguien se olvidó de ti, viejo amigo.
Una vez perforada la gruesa capa de hielo que durante siglos se había ido acumulando, consiguió acceder a una cámara criogénica.
-¡Madre mía! esto es anterior incluso a la “gran evasión”. Con razón te dejaron aquí, ni siquiera sabían de tu existencia.
Aquel fue el fenómeno sociológico más extraño ocurrido jamás. En cuanto fue posible llegar a otros planetas habitables la gente sintió un irrefenable deseo de emigrar de este mundo. Como si fuera una vieja cáscara que oprimía a los que allí vivían, todo el mundo se marchó a los distintos planetas donde se antojaba una mejor vida, fuera o no cierto. Algunos lo consiguieron y otros fueron dominados e incluso esclavizados por sus propios congéneres. Algo en el ser humano le lleva a repetir su historia una y otra vez en un bucle infinito.
Provisto del material adecuado, el arqueólogo accedió a los datos. No quería arriesgarse a estropear lo que ya denominaba “el especimen”.
-Si has aguantado todos estos siglos, podrás aguantar un poco más. En esa época era habitual separar el cuerpo físico de los recuerdos. Tiene que estar por algún lado. Espero que el tiempo no lo haya destruido.

Jorge volvió a abrir los ojos y volvió a mirar desconcertado a su alrededor. La sensación de déjà vu le mareó hasta el punto de perder la consciencia.
-¿Aguantará? –preguntó el que lo había traído.
-Sí. El sistema está muy anticuado, pero parece que tendrá éxito.
A diferencia de la última, esta vez los recuerdos no acudieron en tropel; esta vez estaban en su cerebro perfectamente ordenados. Pero no quería abrir los ojos, tenía miedo. No sabía que se encontraría y su curiosidad no era capaz de vencer a sus temores.
-Dejemos que sus recuerdos se acoplen bien a su cuerpo. Él no se puede ni imaginar el tiempo que ha pasado.
Podía tener los ojos cerrados para no ver, pero no podía cerrar sus oídos. Escuchaba conversaciones a su alrededor pero era incapaz de distinguir el idioma de las voces que le llegaban.
-Tendrá que aprender a hablar de nuevo. El idioma ha evolucionado tanto que no entenderá nada. Implantadle un traductor ¿Sabemos lo que habla en sueños?
-Sí, dice algo de viajes en el tiempo.

Jorge abrió de nuevo los ojos y para su sorpresa ahora sí entendía lo que hablaban. Le daba igual todo lo que ocurría a su alrededor, pero tenía una pregunta, la pregunta que para él era lo más importante.
-La respuesta es sí –dijo una de las voces antes siquiera de que él abriera la boca-. Sí que podemos enviarle de nuevo al pasado.
Una alegría desmedida recorrió todo su cuerpo hasta hacerle brotar las lágrimas. Lo había conseguido. Había viajado al futuro y ahora regresaría al pasado para contarlo.
-Sepa que es un viaje sin retorno. Solamente podrá viajar de nuevo al futuro de la misma forma que ha hecho hasta ahora y las posibilidades de éxito serán mínimas. Por esas carambolas del azar lo ha conseguido, pero no volverá a ocurrir.
El tono frío y distante de aquella gente molestaba a Jorge. Lo trataban como un experimento.
-Quizás tengan razón, solamente soy un experimento –pensó para sí mismo. Mi propio experimento. Yo me lo he buscado
-No te lo tomes a mal –le dijo el arqueólogo, que ahora le hablaba de forma más cercana-. A pesar que tu viaje hasta aquí no ha sido fácil, este futuro no es para ti. Seguro que no es como te habías imaginado.
Jorge miro sorprendido al hombre.
-Puedes leer el pensamiento.
-No puedo, pero has dejado conectado el traductor.
-¿Qué traductor? Bueno no importa. De todas maneras el objetivo de mi viaje era llegar al futuro para luego regresar al pasado con los conocimientos adquiridos.
-Empezaremos a preparar tu viaje de regreso.
-Así, sin más –dudó Jorge-. Me esperaba otra cosa, quizás tengas razón y no es como yo me había imaginado.

Jorge no supo cuánto tiempo estuvo en aquella estancia, sin poder salir y con la angustiosa sensación de sentirse observado. Dormía cuando tenía sueño y comía cuando tenía hambre pero no pudo acceder a ningún tipo de información. Le frustraba volver con las manos vacías, tenía que llevarse los conocimientos futuros para usarlos en el pasado. A falta de nada mejor que hacer, su mente comenzó a divagar hasta llegar a la conclusión que aquello era lo más parecido a estar preso.
-Claro; eso es –se dijo a sí mismo, sin importarle que le pudieran escuchar-. Conocen mi pasado, lo saben todo y no se fían de mí. Por eso me tienen preso.
En su viaje hacía el futuro no había conseguido despistar a su pasado. Había llegado el momento de arrepentirse de lo hecho.
-Todavía se puede arreglar –dijo en voz alta, con la esperanza que alguien lo escuchara-. La gracia de viajar en el tiempo es que puedes volver y arreglar lo que está mal. Mandadme al comienzo del “Proyecto Peonza” y evitaré que el director del proyecto muera. Aquel asesinato por ambición solamente me ha traído problemas. Si está en mis manos arreglarlo, lo haré. Cambiaré el pasado.
Esperó plantado en la estancia a que alguien entrara en respuesta a su llamada, pero nadie lo hizo. Pasó más tiempo y su desesperación hizo mella en su ánimo. Lloraba, gritaba y juraba que se había arrepentido. Hasta que por fin entró el hombre que lo había rescatado.
-Ya está todo listo. Cuando quieras.
-¿Ya? ¿Sin más explicaciones? –dijo con desconfianza.
-No te vamos a castigar por lo que hiciste, no es algo que nos incumba. Lo mejor que podemos hacer es acceder a tus deseos y enviarte a donde perteneces.
-Tenéis razón, no entiendo el futuro. No estoy listo para regresar. No queréis que los conocimientos de esta época sean usados en el pasado, pero supongo que es el precio a pagar.

Otra vez los mareos, las lagunas en la memoria y los pinchazos. Aquello de viajar en el tiempo cada vez era más duro. Pero ya estaba de regreso. Buscó los puntos de referencia para orientarse y se encaminó a las instalaciones del “Proyecto Peonza”.
-Nos han concedido el aumento de presupuesto –dijo una voz conocida a su espalda.
Jorge se giró sorprendido al ver al Director del proyecto que le mostraba el móvil con el mensaje que lo confirmaba.
-Enhorabuena –dijo Jorge sin mucha convicción.
-No parece que te alegre.
Jorge pensó en su promesa y cambió su actitud.
-¡Bravo! ¡Enhorabuena! –dijo con un sincero entusiasmo.
Su móvil vibró al recibir un mensaje. Lo leyó aunque procedía de un “Número desconocido”.
-“El pasado es una recreación de recuerdos...”
Jorge miró en todas direcciones hasta que al fin asintió con la cabeza. Lo había conseguido, había viajado al futuro y había regresado de nuevo a su tiempo. Lo molesto era que, aunque lo contara, no podría demostrarlo. Puede que le creyeran o puede que no, pero fuera como fuese el futuro cambiaría y nada garantizaba que fuera el mismo que él se había encontrado.
- “...y el futuro es un producto de nuestros actos presentes.”

-Hemos colocado al crononauta en un planeta deshabitado. ¡Buff! y ya van unos cuantos.
-¿Cuánto durará la energía que mantiene la ilusión en su mente?
-Muchos años. Mientras tanto, podrá actuar y vivir creyendo que está de regreso en su mundo. Se ha recreado todo en base a los datos de la época y a sus recuerdos. No notará la diferencia. Cuando se agote la energía, simplemente morirá.
-¿Y si quiere volver a realizar su viaje?
-Pues entrará en un extraño bucle de acontecimientos mientras su cuerpo aguante.

Fin.
Autor: Gregorio Sánchez. Diciembre 2010

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Creado a partir de la obra en http://relatosgregorio.blogspot.com.es/2011/01/la-ambicion-del-crononauta-iii.html.

1 comentario:

Cursor dijo...

Muy bueno GREGORIO ....ya formas parte de mi FEED !!!
Salu2 ....